Jack, el hijo de Lisa, siempre había sido tremendo. Incluso cuando iba a parvulario, revolvía toda la casa como si fuera un torbellino, gritaba, se enzarzaba en peleas y se subía a todos los muebles. Ningún juguete ni actividad captaban su interés durante más de pocos minutos seguidos, se despistaba a menudo y actuaba de forma impulsiva, como si no fuera consciente de los peligros que entraña una calle transitada o un centro comercial atiborrado de gente.
Educar a Jack era realmente agotador, pero en aquel entonces a Lisa no le preocupaba demasiado. "Así son los niños pequeños", se decía. Pero, cuando cumplió ocho años, Jack seguía siendo igual de difícil de controlar. Era una verdadera lucha conseguir que se centrara hasta en la más sencilla de las tareas, desde hacer los deberes hasta cumplir con sus quehaceres domésticos. Cuando los comentarios de los profesores de Jack sobre su falta de atención y sus problemas de comportamiento empezaron a ser demasiado habituales para que su madre los pudiera ignorar, esta decidió llevarlo al pediatra, quien le recomendó que lo evaluaran para ver si padecía un trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH).
El TDAH es un trastorno del comportamiento bastante frecuente, ya que se estima que afecta a entre el 8 y el 10% de los niños en edad escolar. Los niños son tres veces más propensos que las niñas a padecerlo, aunque todavía se desconoce la causa.
Los niños con TDAH actúan sin pensar, son hiperactivos y tienen problemas de concentración. Pueden entender lo que se espera de ellos pero tienen dificultades para completar las tareas, ya que les cuesta estarse quietos, prestar atención y atender a los detalles.
Es evidente que todos los niños (especialmente los más pequeños) se comportan de este modo en algunas ocasiones, sobre todo cuando están nerviosos o excitados. Pero la diferencia entre este comportamiento y el TDAH es que en este trastorno los síntomas están presentes durante un periodo de tiempo más largo, afectan a diferentes ambientes o contextos e impiden que el niño se desenvuelva adecuadamente en el medio social, académico y doméstico.
La buena noticia es que, con tratamiento adecuado, los niños con TDAH pueden aprender a vivir con sus síntomas y a controlarlos bien.
Síntomas
El TDAH antes se conocía como trastorno por déficit de atención(o TDA). En 1994, se le adjudicó un nuevo nombre y se dividió en tres categorías o subtipos, cada una asociada a un patrón de comportamiento característico:
1. De tipo inatento, entre cuyos signos se incluyen los siguientes:
- incapacidad para prestar atención a los detalles o tendencia a cometer errores en los trabajos escolares u otras actividades por simple descuido
- dificultad para mantener la atención de forma continua en las tareas o en los juegos lúdicas
- aparentes problemas de audición
- dificultad para seguir instrucciones
- problemas de organización
- desagrado y/o tendencia a evitar las actividades que requieren esfuerzo mental
- tendencia a perder objetos, como juguetes, cuadernos o deberes escolares
- dispersión y facilidad para distraerse
- tendencia a los olvidos en las actividades cotidianas
2. De tipo hiperactivo-impulsivo, entre cuyos signos se incluyen los siguientes:
- gestos o movimientos repetitivos que denotan nerviosismo o intranquilidad
- dificultad para permanecer sentado
- tendencia a correr o trepar de forma excesiva
- dificultad para jugar tranquilamente
- sensación de estar siempre "en marcha"
- habla excesiva o descontrolada
- lanzarse a responder preguntas de forma impulsiva sin haber escuchado completamente la pregunta
- dificultad para esperar el turno o guardar fila
- tendencia a interrumpir o a inmiscuirse
3. De tipo combinado, que incluye una combinación de los dos tipos anteriores y es el más frecuente.
Aunque puede ser un verdadero desafío educar a un niño con TDAH, es importante recordar que los niños que padecen este trastorno no son "malos", no "intentan hacerse ver" ni se portan mal a propósito. Los niños diagnosticados con TDAH tienen dificultades para controlar su comportamiento, a no ser que reciban medicación y/o tratamiento conductual.
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